sobre nosotros
Entre la oleada de mansedumbre que habitualmente acongoja al cuerpo de la sed, exigimos para nosotros la corporización de la peste, la grieta eterna de la humanidad. Aparecemos porque creemos responder a algo. Somos reales. Necesitamos decir. El diálogo con el silencio es un arma peligrosa, y entre los encantos de la palabra está el de recibir el eco penetrante del que escucha.
Es preciso que las voces se multipliquen, que los incontables estados mentales recorran las rutas de la molicie para producir el estruendo de la noche. No podemos sentirnos satisfechos mientras nuestros pensamientos se escapan en la madrugada de la cruel cotidianeidad. Allí apuntamos las armas para hacernos cántaro, bosque perpetuo.
Todo lo que tengamos para decir, todo lo que en nuestra frágil situación merezca la pena ser dicho, tomará forma de libro para rebalsar los estragos de la conciencia permanente y dormida.
Porque esto somos.